¡Cuánto ha cambiado mi vida en estos últimos años! Tenía mucha razón Pirandello cuando afimó que somos “uno, ninguno y cien mil” ya que hoy no me reconozco en el ayer. El ser humano es simplemente un individuo en continua evolución, y yo soy como cualquiera de ellos (y a la vez, como ninguno)
Pensar que cuando era chico creía que toda mi vida la iba a pasar en Argentina, que no habría tenido la posibilidad de cambiar tan drasticamete mi destino. Sin embargo, ahora me doy cuenta que un océano (y algo más) me separa de ese niño.
Me acuerdo de todo, casi como si hubiera sido ayer; las caminatas por la plaza de Tapiales que hacíamos con mis amigos todos los domingos por la tarde, el helado que me compraba mi mamá cada vez que íbamos a Capital Federal… en aquella heladería… “Freddo” (que recién ahora, después de tantos años, descubro que significa ¡“Frío”!) que preparaba el mejor helado artesanal con sabor a dulce de leche (¡lo que daría por volverlo a comer!)
Pensar que mi abuela me perseguía por toda la casa para que me comiera un poquito de pescado, y yo me escondía porque tenía miedo de encontrar entre la carne un “diente” (sí sí sí, ¡habéis leído bien!, un “diente”… durante muchos años viví pensando que las cosas blancas que se “escondían” en el pescado eran sus “dientes” y no simples espinas) y ahora en cambio, adoro la comida a base de pescado.
Pensar que ahora soy Alejo… y antes ¿quién era?
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